Si no has escuchado hablar de Sedona, es porque recién se ha hecho famoso en los últimos años.
Es considerado uno de los pueblos más bonitos de Estados Unidos.
Y atrae hoy en día a amantes del esoterismo, hippies y millonarios (ya te cuento por qué).
De hecho, supimos de Sedona estando en Costa Rica.
Ahí visitamos a una tía hippie de mi marido, que partió de Chile hace 20 años y llegó a Playa Hermosa a instalarse en medio de la selva, con caminos de barro, sin eléctricidad, ni alcantarillado.
Ella nos contó que, antes de venir a Costa Rica, estuvo a punto de instalarse en Sedona, junto con otro tío hippie de mi marido (él eventualmente se mudó; y vivió un par de meses en su auto 😅).
Pasaron los meses y, cuando estábamos mirando el mapa de los alrededores de Vegas, nos llamó la atención un nombre al costado, apenas visible por el rabillo del ojo: Sedona.
Route 66: Seguimos el rastro del Rayo McQueen y Mate
Justo al lado de Nevada, el estado de Las Vegas, está Arizona. Hogar del Cañón del Colorado, tierras Navajo, desierto, bosque y montañas sorprendentes.
Hogar también de “Radiador Springs”, que conquistó el corazón del Rayo McQueen (bueno, casi … ya te cuento más de eso).
Eso sí, que sean estados vecinos no significa que nuestro próximo destino estaba cerca.
Son más de 4 horas de viaje.
Así que arrendamos un auto que fuera entretenido para una aventura en la “highway”,
Te presento: nuestro Mustang descapotable 😍:
Lo arrendamos por una aplicación que es el AirBnB de los arriendos de auto: Turo
Es conveniente y encuentras todo tipo de autos geniales: de lujo, clásicos, normales, exóticos.
Nos subimos a nuestro “potro americano” y partimos al este por la interestatal 40.
(Nota: en el camino está la famosa “Hoover Dam”)
A mitad de camino, hicimos una parada por la icónica Route 66.
¿Te suena alguna de esas carreteras?
Si eres fanática de Pixar, entonces tal vez recuerdes la triste historia del pueblo de Radiador Springs, que recibía con entusiasmo a los viajeros que recorrían la ruta 66, hasta que construyeron la interestatal 40 y el pueblo quedó en el olvido.
Dicen que nuestra primera parada es el pueblo que inspiró a Radiador Springs: el minúsculo pueblo de Seligman.
Al bajarnos del auto nos recibió un viento que hizo rodar un par de “tumbleweeds” frente al almacén del pueblo - esas bolas de ramas. Una escena digna de una película del lejano oeste.
Almorzamos en un restaurant típico gringo, una porción contundente de “buffalo wings” picantes y una “root beer”. Atendidos por un camarero simpático, que claramente pensó que “Chile” era un lugar en México 😅
Cruzamos montañas y bosques de Pino
En la interestatal verás esos típicos paisajes del desierto norteamericano. Planicies blancas, naranjas y rojizas, bajo un cielo intensamente celeste y nubes de forma perfecta, dignas de Disney.
Pero de a poco el paisaje se irá poniendo más verde.
Fuimos topándonos con bosques, criaderos de venados y parques para observar osos, a medida que nos acercábamos a una gran montaña cubierta de nieve, que se alzaba justo frente a nosotros.
Estábamos llegando a Flagstaff.
Flagstaff resultó ser una ciudad de montaña nada despreciable, con casas bonitas entre bosques, su propio aeropuerto, canchas de golf y pistas de ski. Ahí vimos pasar el primer Tesla Cyber Truck, tan sorprendente como puedes imaginarlo (y tan feo como se ve en fotos 🤣)
Desde Flagstaff empezó nuestro descenso por un camino serpenteante de montaña, entre bosques de pinos, rocas afiladas y riachuelos de cuento.
Todavía en las montañas, pero un poco más abajo, está Sedona.
Y llegamos a una puesta de sol mística
A medida que avanzábamos, las montañas se iban tiñendo de ese rojo arcilloso típico de la zona. Mientras el cielo también se iba poniendo rojiso con la puesta de sol.
Queríamos llegar a comer a uno de los restaurantes famosos de Sedona: el Mariposa.
El pueblo tiene muchos restaurantes de primera (curiosamente muchos son de la misma dueña: la famosa chef Luisa Dahl - el Mariposa incluido).
Y aquí va el primer consejo importante (que nosotros NO seguimos 😅):
Para muchos restaurantes tendrás que reservar con tiempo. Algunos incluso tienen un “dress code” (Mariposa: semi formal).
Cuando íbamos en la carretera intentamos reservar y recibimos la bofetada de descubrir que deberíamos haber reservado con 1 semana de anticipación 😱
A lo “Chilean Style” … fuimos igual 😆
Para ver si conseguíamos una mesa maravillando al guardia con mi bronceado fascinante Kafi Body, que tantos beneficios me ha traído en el pasado. Pero no tuvimos suerte.
Disfrutamos igual de la vista privilegiada del patio del restaurant para sacar fotos con plena puesta de sol.
Ya a oscuras manejamos rumbo a nuestro AirBnB.
Dormimos en un bus escolar típico gringo
Y aquí viene el segundo consejo: Sedona es un pueblo de vacaciones de algunas personas con mucha plata. Así que hay muchos hoteles dignos de la vida de un rico y famoso, pero como esa no soy yo - todavía 😅 -, me enorgullezco en presentarte nuestro AirBnB:
Si, dormimos en Sedona a lo “glamping”. En un autobus escolar típico gringo, convertido en AirBnB.
El “Magic Schoolbus” fue una experiencia genial. Te lo recomiendo 100% si te gusta la aventura.
Ya instalados empezamos a soñar con nuestro plan de manejar 3 horas hasta el cañon del colorado al día siguiente, PERO …
En la noche vino la tormenta de nieve más fuerte del año
Despertamos con 2 grados bajo cero y enterándonos de que, durante la noche, había caído en Flagstaff la tormenta de nieve más fuerte del año.
Algunos autos habían quedado atrapados por la nieve y las barredoras estaban trabajando a toda velocidad.
Pero no estábamos en Flagstaff ¿Cierto? Por nuestra ventana se veía la escarcha, pero nada de nieve.
El problema es que para ir al cañon del colorado teníamos que volver a pasar por Flagstaff. E imaginarás que nuestro Mustang habría llorado como un bebé en cuanto sus reeditas de auto bajito y anti-4x4 hubieran tocado el primer bloque de hielo.
Cambiamos de planes y decidimos ir a hacer uno de los trekkings más famosos del estado: el Devils Bridge.
Tomamos el camino que subía hacia el centro de Sedona y nuestros planes empezaron a ser aplastados por miles de copos de nieve que empezaron a caer.
Imagino que algunos amantes del trekking aguerridos se lanzaron a la aventura igual. Contra el frío, la humedad, el barro y la posibilidad de caminar por 3 horas para llegar al puente natural y encontrar que el horizonte está cubierto por una cortina de niebla.
Algún día volveremos a Sedona y haremos al menos 2 de los trekkings más famososos (hay más de 12 que valen la pena). Por esta vez nos contentamos con caminar un par de metros, experimentar el barro, conocer el terreno y mirar a esos aguerridos que contra nieve y frío se adentraron tras la cortina de niebla.
Así que cambiamos los trekkings famosos por dos lugares espirituales
Visitamos el parque budista “Amitabha Stupa”.
Verlo rodeado de las montañas rocosas cubiertas de nieve fue un privilegio.
Cómo una religión para mi no es suficiente 😆 y estaba ansiosa por más experiencias espirituales, partimos hacia otro lugar sagrado: la capilla de la cruz sagrada. The Chappel of the Holy Cross.
Una capilla empotrada en en un cerro de piedra, construida en piedra; y con una vista privilegiada al valle.
Es uno de las atracciones más visitadas de Sedona.
¿Alguna otra que no te puedes perder?
El mall Tlaquepaque, entre árboles sicómoros
Complementamos el paseo con el mall abierto Tlaquepaque, donde las tiendas son casas de arquitectura tradicional mexicana rodeada de árboles sicómoros centenarios, de corteza blanca y frondosos.
Después de eso aprovechamos que salió el sol para pasear con el techo abajo, cuál estrellas de cine en Miami 😆
Y terminamos el día comiendo “Pinsa Romana”
Si. Pinsa y no Pizza.
Resulta que la Pinsa Romana es como una pizza, pero más ligera y crujiente. Se hace con varias harinas, se deja fermentar más tiempo y es más fácil de digerir. Tiene forma ovalada y es menos grasosa. Al cocinarla, queda crujiente por fuera y suave por dentro. Es como una pizza, pero diría que mejor 😋
A estas alturas del viaje nuestra sed por un buen café había sido calmada solo una vez, por un inmigrante italiano que nos preparó el mejor espreso de nuestra vida. Nada que ver con esos cafés enormes y aguados que aman los norteamericanos 😅 Pero los días pasaban y se estaba volviendo a acumular el antojo de cafeína. Por eso, paramos la oreja cuando entró alguien a pedir un “Cold brew caramel late with almond milk and a mint shot” y el italiano, dueño del restaurant, miró con cara de haber escuchado la peor herejía bíblica y le dijo: “Soy italiano. Yo no preparo esas cosas”.
¿Podría ser él? ¿Podría ser él nuestro próximo salvador?
Le contamos de nuestra adicción y nos preparó un espreso que destronó al anterior. Ese es hasta ahora el mejor espreso de nuestra vida.
(Nota curiosa: el dueño en realidad era co-dueño ¿Quien crees que era la co-dueña? Si, la famosa Luisa Dahl también).
Nos acostamos cruzando los dedos: al día siguiente sería el intento número 2 de poder cruzar Flagstaff y llegar al cañón del colorado.
A 3 horas: el Horseshoe Bend y el Antelope Park
Amanecimos nuevamente con dos grados bajo cero, pero nuestro plan no era sólo llegar al cañón, era llegar a un lugar icónico del cañón: el Horseshoe Bend. Un lugar mágico que al lado tiene otro lugar igual de mágico. Uno que de seguro has visto en fotos, pero tal vez nunca has sabido cómo se llama.
Pero no nos adelantemos …
Cruzamos los bosques de Flagstaff mirando la temperatura, estresados porque bajara nuevamente de los 0 grados y entonces a nuestro Mustang se le quebrara una uña (traducción: termináramos deslizando en una plancha de hielo o atascados en la nieve).
Afuera caían copos de nieve, mientras los pinos iban cambiando de forma (hay 3 tipos distintos de bosque de pino en la zona).
Después de 20 minutos de estrés estábamos fuera de la tormenta, con sol sobre nuestras cabezas y nuestro Mustang relinchando contento.
Empezamos a adentrarnos en las espectaculares tierras Navajo.
Al parar en distintos puntos empecé a encontrarme con artesanía, joyas, libros y todo tipo de tesoros de ese pueblo. Los locales se saludaban y comunicaban en su lengua. Estaba fascinada.
Tras cruzar el desierto llegamos al Horseshoe Bend.
Deja que esta foto que saqué (y edité con mis presets 💪🏽) te transmita la emoción que sentí:
Si esa foto es suficiente para que te animes a visitar el lugar, mis consejos serían:
- Sí vale la pena manejar 3 horas de ida y de vuelta, si estás alojando en alguna otra parte de Arizona.
- Aprovecha de disfrutar el viaje. Está lleno de lugares donde parar a tomar una foto o experimentar la cultura Navajo.
- No te arriesgues. Sí se ha caído gente por el borde y vez a mucha gente exponiéndose más de la cuenta. Y cuidado si vas con niños.
Llegó la tarde y era hora de ir a otro lugar mágico. Uno que por suerte está a 10 minutos del Horseshoe Bend: El Antelope Canyon
Este panorama merece otro consejo: reserva con tiempo un tour.
Nuevamente fuimos al Chilean Style y nos encontramos con que no había cupo. Estaban todos los cupos vendidos y no es un lugar que puedas visitar por tu cuenta. El Antelope Canyon está dentro de territorio Navajo, por lo que debes cruzar una especie de frontera e ir con un guía Navajo autorizado.
Por suerte el destino nos mandó a un salvador: Richard.
Cuando estábamos por rendirnos, vimos que a unos pasos de la oficina de tours había una mesa plástica pequeña, con una silla plástica y un pendón.
Nos acercamos y se podía leer: “Tratar aquí si no tienes reserva”.
Mientras mirábamos el pendón, apareció de un costado una camioneta GMC blanca enorme. Se abrió la puerta y vimos pisar la arena del desierto unas botas de cuero de serpiente espectaculares. Se cierra la puerta y vemos a Richard, con su pelo negro largo amarrado con una cola, anillos con símbolos de su pueblo en las manos, y un sombrero cowboy impecable. Con una sonrisa enorme nos contó que tenía espacio para 7 en su camioneta y esperaba a una familia de 5. Era nuestra oportunidad.
Pero estuvimos a punto de no tomarla.
Era tarde, la puesta del sol amenazaba con formar hielo nuevamente en Flagstaff. Y el tour no era barato.
Le dijimos a Richard que no. Cerramos la puerta del auto, avanzamos 10 metros y paré en seco ¿Cuándo más iba a volver a ese lugar? ¿Por cuántos años había soñado con visitar esos túneles que serpenteaban desgarrando la arcilla del desierto?
Me asomé por la ventana, miré a Richard que ya estaba detrás del parabrisas de su GMC monstruosa y le hice una señal con el pulgar arriba.
30 minutos después estábamos cruzando la frontera Navajo. Richard conversó un rato con la chica de la frontera en su idioma y nos abrimos paso por una arena gruesa y suelta. En ese momento entendí el porqué de la GMC enorme. Richard iba explicándonos que en épocas de monzón el cañón por el que íbamos podía ser inundado en cosa de segundos, por un aluvión de agua y barro apocalíptico. Por eso ponían a un vigilante a varios kilómetros, que le avisaba a los guías más abajo, en caso de venir un aluvión.
Nos bajamos de la camioneta y nos adentramos en la tierra. Richard nos iba contando cómo el agua formó (y seguía formando) los pasillos serpenteantes.
Es difícil describir lo mágico del lugar, así que te dejo algunas fotos.
Nos sacamos unas últimas fotos con Richard y nos despedimos. Con una tremenda sonrisa por la aventura y por lo último que nos contó nuestro guía antes de irnos. El pueblo Navajo ha ido creciendo en número estos últimos años. Está viva la esperanza de que su cultura, su gente y sus tesoros, puedan ser conocidos por muchas generaciones más.
Margaritas y Smoothies para despedirnos. Junto con Gandalf
Cruzamos a toda velocidad Flagstaff, antes de que la temperatura bajara aún más, y llegamos al centro de Sedona para tomar unos Margaritas en un restaurant Mexicano de primera.
Sedona tiene arroyos, bosques, montañas, artesanía, piedras místicas, vórtices de energía; y mucho más. Deberíamos habernos quedado por el doble del tiempo, para disfrutar de tantas cosas que nos faltaron. Peor era hora de partir … eso sí, primero …
Paramos en un café muy hipster saliendo del pueblo, para tomar unos smoothies ultra-sanos, sin procesados, yoga friendlye, alineadores de chakras (estaban harto buenos). Y pudimos llevarnos un recuerdo de lo más pintoresco. Mientras sorbeteábamos nuestras bebidas millenials, entró por la puerta una especie de joven Gandalf americano. Un tipo tan elevado que caminaba con un bastón, llevaba barba y pelo largo; y bendijo cada cosa que se le puso por delante. Cuando se marchó, le tiro buenas vibras al barista, como si acabara de prepararle el brebaje que lo elevaría hasta el Nirvana. “Yo’ te man Bro” - fueron sus últimas palabras, mientras su cuerpo terrenal se trasladaba hacia el exterior, cubierto en un halo (o al menos así nuestro cerebro lo recuerda).
El próximo viaje: Florianópolis
Espero haberte entusiasmado con conocer este pueblo mágico de USA, aunque no haya tenido playita 😅 Lo sé, este fue un viaje curioso para una fanática de la playa. Pero al menos escribo este artículo desde Florianópolis, Brasil, después de un rico surf en la playa de Matadeiro. De este otro viaje, te contaré pronto.
Precioso viaje muy merecido, espero el próximo hermosa !!!!
Espectacular!!! Hermoso viaje, gracias por compartir!
Wow!!! que lindo tu viaje, y qué bellas las fotos en el Antelope Canyon!!
Qué lindo relato! Viajé contigo!!!…
Genial el viaje y la descripción. Ya iremos a Sedona & alrededores!!!
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